Desde la llegada al poder del presidente Hugo Chávez, la política
exterior venezolana inició un período de intenso activismo, con
consecuencias muy visibles en distintos ámbitos de la realidad regional.
La política exterior venezolana se ha convertido en un factor clave
para explicar la recomposición de los equilibrios subregionales en el
área andina; la redefinición de los esquemas de integración regional; la
aparición de distintos procesos representativos de un nuevo
regionalismo “posliberal”, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) o la
Unasur o, como reacción contraria, la reafirmación del “regionalismo
abierto” de la Alianza del Arco del Pacífico; los nuevos procesos de
concertación regional, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC); la redefinición de las políticas de Estados Unidos o
la Unión Europea; la irrupción de otros actores extrarregionales
tradicionalmente ausentes en la región, como Irán o Rusia; y, no menos
importante, los dilemas y opciones a los que se enfrenta Cuba en su
presente y futuro inmediatos. En todas estas cuestiones, y otras no
menos relevantes, el factor venezolano es un componente fundamental de
las nuevas ecuaciones de las relaciones internacionales de
Latinoamérica, y es un factor evidente de la polarización ideológica y
política que ha contribuido a acabar con la homogeneidad que
caracterizaba a la región desde el período de optimismo democrático y la
aceptación del Consenso de Washington del decenio de los noventa.
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